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Lucas 9, 28- 36 para niños

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Un hombre de caridad silenciosa que da y se da a sí mismo

La virtud de la caridad fue el fundamento de su fe y esperanza, ya que toda la vida y celo pastoral de Mons. Ismael Perdomo, nacían del saberse amado por Dios y esto le llevaba a amar incondicionalmente a sus hermanos

A través de la oración bebía de la fuente misma del amor y, transformado y transfigurado por él, sentía la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, el daño que causaba el pecado al corazón de nuestro Señor.

Al ser saciada su sed en el manantial que brota del Corazón de Cristo y, queriendo identificarse plena y totalmente con él, sentía él mismo la sed de Dios por la salvación de las almas. Haciendo morada en ese Corazón que encierra infinitos tesoros de caridad, tenía la capacidad de leer los acontecimientos de la vida desde el prisma de un creyente enamorado que no sólo hacía caridad, sino que daba y se daba a sí mismo.

Su caridad era incondicional, silenciosa, sin distinción, con un amor pastoral que le hacía estar disponible en todo momento, con una actitud de acogida, teniendo siempre los brazos abiertos al necesitado y siendo misericordioso con él porque antes lo había experimentado con Dios.

Su caridad era concreta, ya que buscaba servir a Dios en el necesitado; tenía predilección especial por los sacerdotes, especialmente los enfermos y ancianos, y también por los seminaristas. Durante su ministerio sacerdotal y episcopal, buscaba socorrer al pobre tanto material como espiritualmente; por ello, llegó a fundar, en Ibagué y en Bogotá, diversas obras asistenciales para los niños abandonados y los marginados.

Vivió la virtud de la caridad junto a la de la justicia, no permitiendo en ningún momento que se hablara mal de los demás, ni que se emitieran juicios temerarios; era admirable el silencio que guardaba cuando alguno le informaba sobre las ofensas hacia su persona. Por eso, podemos decir que no sólo vivió esta virtud de modo positivo, es decir, amando a Dios y al prójimo sino, en modo heroico, amando y perdonando a los que lo ultrajaban y malinterpretaban.

Supo comportarse con aquellos que declaraban ser sus enemigos como si jamás lo fuesen, dando pruebas de amor y de todo tipo de consideración y teniendo una delicada caridad con aquellos que, ante la opinión pública, trataban de empequeñecerlo. Los que lo conocían de cerca decían que su vida era un continuo ejemplo que llevaba siempre a nuestro Señor; e irradiando esa caridad invitaba, con su ejemplo, a imitarlo.

Fuente: Salvador Aguilera López

COMENTARIOS  LITÚRGICOSDomingo 2°  de cuaresma17 de marzo de 2019

COMENTARIO INICIAL

 Querida comunidad Parroquial San Luis Beltrán, les damos la más cordial bienvenida.

Como comunidad de discípulos que tenemos como meta la vida en Dios y peregrinamos por este mundo rumbo a la casa del Padre Dios, hoy nos reunimos para celebrar la Eucaristía, en el Segundo Domingo de Cuaresma.

En nuestro camino cuaresmal… no nos olvidemos de pedir a Dios, Padre-Hijo-SantoEspíritu, que esta Eucaristía "nos prepare a celebrar dignamente las fiestas pascuales".

Comencemos, esta liturgia cantando…

 COMENTARIO A LA LITURGIA DE LA PALABRA

 El autor del Salmo que escucharemos a continuación, resume el tema central de las lecturas de este Domingo:

La esperanza en un Dios que es luz y salvación, aun en medio de las dificultades. Abrahán salió de su tierra y se encontró con un Dios que promete, que se compromete y que manifiesta su rostro transfigurado en Jesús de Nazaret.

Como hizo san Pablo, también nosotros ponemos nuestra confianza en el Señor crucificado y resucitado. ¡Escuchemos atentamente…!

 ORACIÓN DE LOS FIELES:

  •    Para que la Iglesia Católica se renueve y transforme constantemente, dando testimonio de Cristo Jesús en el mundo. Oremos.
  •   Para que nuestros gobernantes luchen de verdad por la transformación del mundo en un hogar más justo y acogedor para todos. Oremos.
  •   Para que descubramos al Señor Jesús en los demás, especialmente en los más necesitados. Oremos.
  •   Para que nosotros, habiendo escuchado hoy la Palabra del Maestro Jesús, nos dejemos transformar por el Santo Espíritu y busquemos acercar al Padre a aquellos que se han alejado. Oremos.

  

Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.

Canónigo de la Catedral y Párroco de San Luis Beltrán

Domingo 2º de cuaresma17 de marzo de 2019

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evangelio

 

Esta escena es considerada tradicionalmente como "la transfiguración de Jesús". No es posible reconstruir con certeza plena la experiencia que dio origen a este sorprendente relato. Sólo sabemos que los evangelistas le dan gran importancia pues, según su relato, es una experiencia que deja entrever algo de la verdadera identidad de Jesús.

En un primer momento, el relato destaca la transformación de su rostro y, aunque vienen a conversar con Jesús, Moisés y Elías, sólo el rostro de Jesús permanece transfigurado y resplandeciente en el centro de la escena.

Al parecer, los apóstoles Simón Pedro, Juan y Santiago, no captan el contenido profundo de lo que están viviendo, pues Pedro dice a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que  a los dos grandes personajes: Moisés y Elías. A cada uno su tienda. Jesús no ocupa todavía un lugar central y absoluto en su corazón.

La voz de Dios le va a corregir, revelando la verdadera identidad de Jesús: «Éste es mi Hijo, mi elegido. Escúchenlo a Él», el que tiene el rostro transfigurado. No ha de ser confundido con los de Moisés o Elías, que están apagados. «Escúchenlo a él». A nadie más. Su Palabra es la única decisiva. Las demás nos han de llevar hasta él.

Es urgente recuperar entre nosotros la importancia decisiva que tuvo en sus comienzos la experiencia de escuchar en el seno de las comunidades cristianas el relato de Jesús recogido en los evangelios. Estos cuatro escritos constituyen para los cristianos una obra única que no hemos de equiparar al resto de los otros libros bíblicos.

Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica sobre Jesús. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle sobre su trayectoria histórica. Son "relatos de conversión" que invitan al cambio, al seguimiento a Jesús y a la identificación con su proyecto. Por eso piden ser escuchados en actitud de conversión.

 

Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.

Canónigo Catedral Primada y Párroco San Luis Beltrán

Comentario a las lecturas del domingo

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Dicen que lo llamativo capta nuestra atención, tal es el caso de la Transfiguración de Jesús, que ocurrió mientras Él estaba orando, después de haber anunciado su pasión por primera vez y de haber puesto la cruz como condición para seguirlo (Ver Lucas 9, 22-36). El Señor fue revestido de gloria, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía; de repente estaba conversando sobre su muerte en Jerusalén en compañía de Moisés el portador de la ley (1200 a. C.) y Elías el gran profeta (900 a. C).

Jesús quiso que Pedro (incapaz de aceptar la muerte del Señor), Santiago y Juan (los hermanos que querían los primeros puestos en el reino) estuvieran con él porque allí se manifestó el verdadero Mesías, se anticipó su victoria sobre la muerte y se demostró que la gloria de Dios acontece a través de la cruz. Aun así, ellos permanecieron aletargados, sin querer oír, sin saber qué decir y temerosos de ir a Jerusalén; por eso Pedro hablaba de quedarse allí y edificar tres enramadas. ¿Qué haríamos nosotros ante algo así? En medio de tantas palabras humanas, la respuesta está en la voz de Dios: «Este es mi hijo, el amado, escúchenlo». Él nos llama a seguirlo y unirnos a Él en la cruz.

La Cuaresma es el tiempo para escuchar a Jesús, meditar su palabra y permitirle que confronte nuestra realidad concreta, nuestras tentaciones, nuestros intereses particulares y nuestra manera torpe de ver el mundo, para entender las cosas tal cual son y no a nuestro acomodo. Esto solo será posible cuando nos dejemos conducir e iluminar por el Espíritu en el camino de la conversión.

Los discípulos guardaron silencio en ese momento, nosotros no: ¿Estamos listos para testimoniar lo que le sucedería a Jesús días después en Jerusalén? Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

#Evangelio - Acoger la palabra para tener una mirada limpia (16 de marzo)

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En el evangelio de la misa (Lucas 9, 28b-36), luego de ubicar al lector, el evangelista pasa directamente a referir la manifestación de Jesús a Pedro, Juan y Santiago. Lucas destaca que «mientras Jesús estaba orando» cambiaron su rostro y sus vestidos. El rostro indica la identidad de una persona, el vestido su rango social. En el ámbito del diálogo con el Padre, el aspecto de rostro de Jesús manifiesta su identidad verdadera, y sus vestidos adquieren un carácter deslumbrante; con estos cambios se manifiesta que Jesús pertenece a la esfera de lo celestial.

Este Jesús, manifestándose en su identidad divina, conversa con Moisés y con Elías. El evangelista Lucas divulga el contenido de esta conversación, la partida de Jesús: «hablaban de su éxodo, que Él iba a consumar en Jerusalén». Con esta presentación se revela que la Pascua de Jesús abre y realiza el éxodo del nuevo pueblo. Así lo celebra la liturgia de la Iglesia en el inicio de la Vigilia pascual por medio de la procesión con el cirio encendido: la asamblea congregada caminando tras el cirio pascual entra en la iglesia para acoger la palabra, renovar el bautismo y comer la Eucaristía.

La manifestación de Jesús y el anuncio del nuevo éxodo contagian a los discípulos, ellos, entre el aturdimiento –adormilados con Abrahán, en la primera lectura de hoy– y el asombro, quieren participar del éxodo: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí!»; y cuando Moisés y Elías comienzan a irse desean prolongar su estancia: «Haremos tres tiendas». Este entusiasmo es moderado por la advertencia del narrador, «no sabía lo que decía».

Está bien desear participar del éxodo, pero los discípulos no pueden olvidar que el camino arranca con la Pascua que debe cumplirse en Jerusalén, es decir, con la entrega de la vida.

Finalizando, esta experiencia es interpretada por la cercanía de una nube y una voz celestial. Desde la tradición del Antiguo Testamento, la nube anuncia la presencia de Dios. El mensaje anunciado –«Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo»– evoca la escena del bautismo de Jesús, pero la versión de Lucas ofrece una variación, Jesús es presentado como el ‘Elegido’, esta denominación corresponde a la manera de llamar al Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1). Con ello se destaca la misión profética de Jesús y la invitación a acoger su palabra.

PH: Freepick.es 

 

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