"A lo largo de la historia de la humanidad, la migración ha sido una expresión valiente de la determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor.
En la actualidad, la globalización, junto con los avances en las comunicaciones y el transporte, ha incrementado en gran medida el número de personas que tienen el deseo y la capacidad de mudarse a otros lugares.
Esta nueva era ha creado retos y oportunidades para sociedades en todo el mundo. También ha servido para subrayar el vínculo que hay entre migración y desarrollo, así como las oportunidades que ofrece para el codesarrollo, es decir, para la mejora concertada de las condiciones económicas y sociales tanto en el lugar de origen como en el de destino.
La migración atrae en la actualidad cada vez más atención. Mezclados con factores de incertidumbre, urgencia y complejidad, los retos y dificultades de la migración internacional requieren una mayor cooperación y una acción colectiva. Las Naciones Unidas están jugando de forma activa un rol catalizador en este tema, para crear más diálogos e interacciones entre países y regiones, así como para impulsar el intercambio de experiencias y oportunidades de colaboración."
En la Arquidiócesis de Bogotá la Semana del Migrante se lleva realizando desde hace más de 18 años.
#Noticia - La parroquia de Cristo Rey inauguró novedosa forma para vivir el tiempo de Cuaresma
La cita fue en el Auditorio Benedicto XVI de la parroquia de Cristo Rey. Allí, el párroco Rafael De Brigard dio la bienvenida a los asistentes y continuó con una explicación que permitió contextualizar lo que estaban a punto de presenciar.
“Esta actividad, denominada Pesebre - Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, consiste en una representación artística de diversas figuras acerca de las 13 estaciones que narran este acontecimiento de la vida de Nuestro Señor Jesucristo y que, por tanto, es importante para la comunidad católica”, dijo.
Agregó que esta novedosa y singular exposición estará abierta para que sea apreciada por el público, desde el 6 de marzo hasta el 21 de abril de 2019, en horario de 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde, en el auditorio Benedicto XVI de la parroquia, ubicado en la Transversal 17 A No. 97−39.
Acto seguido, a través de un video, dio a conocer el proyecto que se va a apoyar con los recursos recaudados en esta actividad. Se trata de la Fundación Casa del Sacerdote Mayor, fundación de la arquidiócesis de Bogotá, que propende por “ofrecer el servicio de residencia para los sacerdotes inscritos en la Caja de Auxilios para el Clero de la arquidiócesis de Bogotá, que sean mayores, y para aquellos que, por enfermedad o cansancio, se encuentran en una condición de debilidad”. Asimismo, pidió a los presentes respaldar el proyecto de la Fundación difundiendo la publicidad del evento en las comunidades parroquiales e instituciones a las cuales pertenecen.
Una vez presentada esa información, los invitados pasaron, en grupos de ocho, al recinto donde está montado el pesebre que muestra las escenas de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, el cual está ambientado con cánticos de alabanza y sonidos que enriquecen aún más esta exposición maravillosa. Mientras, quienes esperaban en la parte de afuera conversaban y estaban a la expectativa de lo que estaban a punto de presenciar.
Después de que el primer grupo finalizara su recorrido y salieran del recinto, solo se escucharon comentarios de admiración y asombro por lo que acababan de vivir. Sobre el particular, monseñor Nelson Ortiz, Vicario Episcopal de Cristo Sacerdote, afirmó:
“He contemplado este Pesebre de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Ha sido una experiencia muy especial poder contemplar, a través de las imágenes allí trabajadas en esta obra de arte, ese amor de Dios por nosotros; la importancia de esto es fundamental ahora que vamos a vivir el tiempo de Cuaresma, porque a través del arte podemos admirar y reconocer el modo como Jesús dio su vida por nosotros, y eleva, además, nuestro espíritu a unirnos más a Él”.
La parroquia de Cristo Rey quiere que los católicos se permitan vivir una experiencia diferente de la mano de sacerdotes y laicos, quienes ponen a su disposición una forma novedosa de celebrar el tiempo de Cuaresma y, además, comprenden que la mejor forma de entender, reflexionar y sentir un momento importante como este es a través de las imágenes, relatos, sonidos y la descripción de momentos representativos de la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Es de resaltar que el ingreso para apreciar esta hermosa representación será con una contribución de $20.000 por persona, excepto para las instituciones que asistan con un grupo mayor a 10 personas, las cuales podrán ingresar con un aporte de $10.000 cada una. Los colegios podrán hacer una donación de $5.000 por cada niño que asista, siempre y cuando también sean grupos mayores a 10.
Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de 2019
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA DE 2019
«La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19)
Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma). De este modo podemos caminar, de Pascua en Pascua, hacia el cumplimiento de aquella salvación que ya hemos recibido gracias al misterio pascual de Cristo: «Pues hemos sido salvados en esperanza» (Rm 8,24). Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Desde esta perspectiva querría sugerir algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma.
1. La redención de la creación
La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo (cf. Rm 8,29) es un don inestimable de la misericordia de Dios.
Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo (cf. Rm 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención. Por esto, la creación —dice san Pablo— desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la caridad de Cristo transfigura la vida de los santos —espíritu, alma y cuerpo—, estos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como demuestra de forma admirable el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís (cf. Enc. Laudato si’, 87). Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte.
2. La fuerza destructiva del pecado
Efectivamente, cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca. Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro (cf. 2,1-11). Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del todo y ya, del tener cada vez más acaba por imponerse.
Como sabemos, la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo. El hecho de que se haya roto la comunión con Dios, también ha dañado la relación armoniosa de los seres humanos con el ambiente en el que están llamados a vivir, de manera que el jardín se ha transformado en un desierto (cf. Gn 3,17-18). Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) —y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.
3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón
Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo» (2 Co 5,17). En efecto, manifestándose, también la creación puede “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21,1). Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.
Esta “impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el “trabajo” que supone la conversión. Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm8,21). La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.
Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.
Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3). Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.
Vaticano, 4 de octubre de 2018 Fiesta de san Francisco de Asís
Mensaje del señor Cardenal a Expocatólica internacional 2019
Grupo MEC
(Ministros Extraordinarios de la Comunión)
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¿Que es un Ministro Extraordinariode la Comunión?
Es un ministerio laical contemplado en la Iglesia Católica y estipulado en el Canon 230, párrafo tercero del Derecho Canónico que dice: “Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión según la prescripción del derecho”. Y en el canon siguiente (231) establece que para ejercer este ministerio laical se requiere de la debida formación, conciencia y generosidad.
De esta manera los laicos pueden ayudar en una forma activa a los párrocos en la distribución de la Comunión, tanto en la misa como fuera de ella.
Para la constitución de este ministerio se requiere la existencia de una necesidad dentro de la Iglesia. ¿Cuál es esa necesidad? El documento pontificio Immensae caritatis del 23 de enero establece específicamente los casos en que la Iglesia considera que existe esa necesidad y son los siguientes:
a) Que no haya sacerdote, diácono o acólito que pueda repartir la comunión.
b) Que habiéndolos, no puedan administrar la comunión por impedírselo otro ministerio pastoral, o la falta de salud o la edad avanzada.
c) Que sean tantos fieles los que pidan la comunión que sería preciso alargar demasiado la Misa o la distribución de la comunión fuera de ella.
De esta manera podemos estar seguros de que la Iglesia siempre mira por las necesidades de sus hijos. Y de esta manera, bien sea por criterios de practicidad para obviar filas inmensas que retraerían a muchos de acercarse a recibir la comunión o prácticamente no daría tiempo de repartirla, o ante la falta de sacerdotes o personas idóneas como en el caso de las misiones, la Iglesia vela por hacer accesible el Cuerpo de Cristo a quien lo necesite.
Para recibir este ministerio el mismo documento Immensae caritatis pide que el fiel, hombre o mujer que será instituido como ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, deba estar adecuadamente instruido y ser recomendable por su vida, por su fe y por sus costumbres. Incluso utiliza unas palabras muy exactas sobre la idoneidad de la persona, que transcribo a continuación. “No sea elegido nadie cuya designación pudiera causar admiración a los fieles”.
ENCUENTRO CATEQUISTAS EN VICARIA CRISTO SACERDOTE
CAPILLA DE SIKASUÉ
UBICACIÓN
Dentro del Conjunto campestre Sikasué en la vereda el Hato.
Emaús es un movimiento laico basado en la doctrina de la iglesia católica, por medio del cual se practica la tarea de evangelizar, a través de la organización de retiros espirituales y la realización de obras sociales.
En La Calera, Emaús inicia en julio del año 2014 con el primer retiro de mujeres y hasta el hoy han sido realizados cuatro retiros con la participación de más de ciento veinte mujeres del municipio; posteriormente se abre el retiro para los hombres en Septiembre de 2017, se han realizado 2 retiros con una participación de 70 hombres. Nuestro grupo depende de la parroquia y es guiado espiritualmente por varios Sacerdotes que apoyan esta obra.
Emaús es un retiro espiritual diferente a los demás y lo que allí se vive es confidencial, con el fin de buscar que cada día sean más los interesados en vivir la grata experiencia de reencontrarse con Jesucristo y la iglesia a través de la reconciliación y el perdón.
Una vez realizado el retiro, esta comunidad sigue congregándose en las instalaciones de la parroquia; en estas reuniones se busca acrecentar la fe católica, estrechar lazos de unión fraterna y movilizarnos en favor de la evangelización a la comunidad.