Bendecimos tu Santo Nombre y te glorificamos por el don de la vida que nos regalas. Te damos gracias porque podemos contemplar un nuevo amanecer, un día lleno de ilusiones y de esperanzas para vivir tu testimonio de amor. Al honrar a los Santos Inocentes, mártires que dieron testimonio de ti proclamando tu nombre no con palabras, sino entregando su vida por ti, aun sin ser conscientes de ello. Te rogamos en el día de su fiesta que sepamos dar testimonio consciente de ti, tanto por las palabras que decimos como por la forma como vivimos nuestra fe. Ellos entregaron su vida por Ti en inocencia y fragilidad. Ayúdanos para que el don de la fortaleza y la fuerza de tu Espíritu nos permitan dar verdadero testimonio de tu presencia en nuestras vidas y lo hagamos amando y sirviendo de corazón.
Nuestro fin de semana, sea compartido en familia y nos dé un buen descanso para afrontar la última parte de nuestro año que va finalizando y lo vislumbremos lleno de fe, esperanza y caridad. Amén.
Mañana, celebraremos y honraremos a la Sagrada Familia. Nuestros sentimientos sean de armonía, unidad y comprensión en torno a la familia. Bendecido y bello fin de semana.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Así dice el Señor: «En Ramá se escuchan aves, lloro amarguísimo. Raquel que llora por sus hijos, que rehúsa consolarse, —por sus hijos— porque no existen» (Jer 31, 15). (…) Como sabemos, este texto de Jeremías es retomado más tarde por el evangelista Mateo y aplicado en la matanza de los inocentes (cf. 2, 16-18). Un texto que nos pone ante la tragedia de la matanza de seres humanos indefensos, ante el horror del poder que desprecia y suprime la vida. Los niños de Belén murieron a causa de Jesús. Y Él, Cordero inocente, habría muerto después, a su vez, por todos nosotros. El Hijo de Dios entró en el dolor de los hombres. Es necesario no olvidar esto. Cuando alguien se dirige a mí y me hace preguntas difíciles, como, por ejemplo: «Padre, dígame: ¿por qué sufren los niños?», de verdad, yo no sé qué responder. Solamente digo: «mira el Crucifijo: Dios nos ha dado a su Hijo, Él ha sufrido, y quizás ahí encontrarás una respuesta». (…) Solamente mirando el amor de Dios que da a su Hijo el cual ofrece su vida por nosotros, puede indicar algún camino de consolación. Y por esto decimos que el Hijo de Dios ha entrado en el dolor de los hombres; ha compartido y ha acogido la muerte; su Palabra es definitivamente palabra de consolación, porque nace del llanto. (Audiencia general, 4 de enero de 2017)