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“Yo soy el buen pastor”

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Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo. (Juan 10, 14a.27-30)

La Iglesia Católica ha establecido este domingo como la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales, evocando la imagen del Buen Pastor a la luz de los textos bíblicos del libro de los Hechos de los Apóstoles (13,14.43-528-12;), el Salmo 100(99) el Apocalipsis (7,9.14b-17) y el Evangelio según san Juan.

1. “Yo soy el buen pastor”

La imagen del pastor es constante en la Biblia. El libro del Génesis describe los orígenes de Israel hacia el siglo 18 a.C. a partir de Abraham, Isaac y Jacob, pastores que recorrieron los territorios del cercano oriente en busca de agua y pasto para sus ganados de ovejas y cabras. Seis siglos después -12 a.C.- Moisés, tal como nos lo presenta el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor junto al monte Sinaí y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos más tarde -10 a.C.-, es designado rey de Israel un joven pastor llamado David, que cuidaba el rebaño de su padre Jesé (Samuel (16,1-13). A David se le atribuyen los salmos que representan a Dios como el pastor que conduce, alimenta y protege a su pueblo, tales como el 23(22) –“El Señor es mi pastor, nada me falta” –, y el responsorial de este domingo, en el que repetimos que somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Finalmente, en los siglos VII y VI a.C. los profetas Jeremías (23,1-6) y Ezequiel (34,1-31) critican a los malos pastores que han descuidado el rebaño, y anuncian como nuevo y buen pastor a un Mesías descendiente de David.

A estas profecías se refieren los Evangelios. Mateo y Lucas, cronológicamente anteriores, presentan la parábola del pastor que encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros (Mateo 18,12-14; Lc 15,3-7), expresando así la misericordia de Dios, manifestada en Jesús que busca y acoge a los pecadores para perdonarlos y reincorporarlos a la comunidad. Juan, por su parte, destaca una característica esencial del buen pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los asalariados. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace referencia tres veces en el capítulo 10 del Evangelio de Juan, conlleva el anuncio de su Resurrección.

2. “Mis ovejas reconocen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.

El capítulo 10 del Evangelio de Juan se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, en la que se conmemoraba la restauración y consagración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C. En el transcurso de esta fiesta tiene lugar una discusión entre Jesús y los jefes religiosos, en la cual les dice que Él es el buen pastor, lo que implica una crítica a ellos mismos como malos pastores, porque no les importan las ovejas sino sus propios intereses personales. Jesús se aplica la imagen del pastor a quien sí le importa cada una de sus ovejas, y a quien éstas identifican como el que se preocupa por cada una y va delante de ellas (Juan 10, 4), abriéndoles y mostrándoles el camino.

Sin embargo, existe el peligro de malentender la imagen del pastor cuando se concibe a la Iglesia como una organización autoritaria en la que los jefes religiosos imponen su poder a unos borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos sus integrantes sean reconocidos y valorados en su dignidad y en su autonomía como miembros del pueblo de Dios, tal como lo indicó el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965).

3. “Yo les doy vida eterna”

La primera lectura narra cómo Pablo y Bernabé, al ser rechazada su predicación por los judíos, les dicen que, como no quieren acoger la Palabra de Dios y así se muestran indignos de poseer la vida eterna, se dirigirán a los no judíos, evocando una profecía en la que Dios le dice al futuro “servidor de Yavé” que su misión es ser luz de las naciones y llevar la salvación hasta los confines de la tierra (Isaías 49,6). Luego cuenta que quienes estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. Jesús, al presentarse como el buen pastor, había dicho: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; y también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán, y formarán un solo rebaño, con un solo pastor” (Juan 10,16). Y en la segunda lectura se refiere simbólicamente a una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, que gozan de la vida eterna, estando en el centro de todos el Cordero, que será su pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Lo cual quiere decir que la misión pastoral de Jesucristo, y por lo tanto de su Iglesia, es universal, sin discriminación de nacionalidades, ni de razas ni de culturas.

Esta misión de comunicar vida eterna es precisamente la que el Señor les dio a los apóstoles, para cuyo cumplimiento estableció el Sacramento del Orden, en virtud del cual son ordenados quienes han sido elegidos y llamados por Él para desempeñar ministerios pastorales específicos como diáconos, presbíteros u obispos. Todos los bautizados participamos de la misión sacerdotal de Cristo en lo que se denomina el “sacerdocio común de los fieles “, pero Él llama a algunos para que desempeñemos el sacerdocio ministerial como instrumentos de la comunicación de su gracia.

Sin embargo, desafortunadamente la fidelidad que este llamado exige no es asumida por todos, lo cual la Iglesia ha padecido y sigue padeciendo, entre otros, el escándalo de sacerdotes que, en lugar de comunicar la vida eterna, lo que hacen es matar psicológica y moralmente a personas de las que se aprovechan para satisfacer sus propios instintos desordenados.

Oremos, pues, pidiéndole al Señor que suscite no sólo muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo sincero de entregar sus vidas al servicio de la comunidad en el sacerdocio ministerial, sino también por los ya ordenados como diáconos, presbíteros y obispos, para que cada cual cumpla su misión pastoral a imagen de Jesús, el Buen Pastor.

Finalmente, dado que este segundo domingo de mayo celebramos en nuestro país el Día de las Madres, invocando la intercesión de María, Madre de Dios y Madre nuestra, oremos también por ellas, las vivas y las difuntas, pidiéndole al Señor que quienes aún viven en este mundo cumplan a cabalidad su misión de amor maternal y así sean correspondidas por sus hijos e hijas, y quienes ya han fallecido, gocen de la vida eterna que el Buen Pastor prometió para las ovejas que lo sigan.

  

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Día de la madre: Ocho canciones para mamá en su día

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1. Hoy he vuelto

“Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida” (San Juan Pablo II - Carta a las Mujeres).

2. Madrecita del alma querida – José José

“Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”. (Carta del San Juan Pablo II a las mujeres)

“‘Honra a tu padre y a tu madre’, para que ellos sean para ti, en cierto modo, los representantes de Dios, quienes te han dado la vida y te han introducido en la existencia humana: en una estirpe, nación y cultura” (San Juan Pablo II - Carta a las Familias).

4. Canción para las madres  D'Fe feat. Pavel nuñez

“La Iglesia, por consiguiente, da gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad; por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social; por las mujeres «perfectas» y por las mujeres «débiles»”. (Carta apostólica Mulieris Dignitatem – San Juan Pablo II)

5. Mi dulce amor  Estación Cero 

“Si se debe reconocer también a las mujeres, como a los hombres, el derecho de acceder a las diversas funciones públicas, la sociedad debe sin embargo estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente” (San Juan Pablo II – Familiaris Consortio).

6. Mi vieja – Jon Carlo

“La maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer. La madre admira este misterio y con intuición singular «comprende» lo que lleva en su interior. A la luz del «principio» la madre acepta y ama al hijo que lleva en su seno como una persona. Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre —no sólo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general—, que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer”. (Carta apostólica Mulieris Dignitatem – San Juan Pablo II)

7. La pancita – Martín Valverde 

“La maternidad, ya desde el comienzo mismo, implica una apertura especial hacia la nueva persona; y éste es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En dicha apertura, esto es, en el concebir y dar a luz el hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a través del don sincero de sí’” (San Juan Pablo II – Mulieris Dignitatem).

8. Quiero decir que sí

“La Iglesia, a lo largo de toda su vida, mantiene con la Madre de Dios un vínculo que comprende, en el misterio salvífico, el pasado, el presente y el futuro, y la venera como madre espiritual de la humanidad y abogada de gracia” (San Juan Pablo II – Redemptoris Mater)

 

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Mensaje a las madres

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Las palabras del Magnificat expresan la alegría de María Santísima al comunicar la misión que Dios Padre le concedió: ser la madre del Salvador. Hoy, estas mismas palabras se hacen vida en nuestras madres, tanto las del cielo como las que aún nos acompañan con su presencia misericordiosa. Ellas también son parte de la grandeza del Señor, no sólo por su entrega a la familia sino por su fe católica intacta, piadosa y testimonial que las lleva a alegrarse en Dios, nuestro Salvador. ¡Gracias mamás por todo lo que hacen por sus hijos y nietos! Su esfuerzo, amor desinteresado y constancia las hacen ganarse un pedazo de cielo. Más allá de un regalo material o de una cena especial, ustedes merecen siempre lo mejor, aunque a veces no las valoremos como se debe. Bendiciones para todas en este mes de mayo, alegría, paz y gozo en su corazón. Amén.     

Fraternalmente,

José A. Matamoros G. Pbro. 

Comentarios12 de mayo-Cuarto domingo de pascua

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COMENTARIO INICIAL

Sean bienvenidos a esta Santa Eucaristía, en el Cuarto Domingo de Pascua.

Esta es la reunión de los que reconocemos a Jesús como único Buen Pastor. Hoy es el Domingo del Buen Pastor. Pero también el Día de la Madre.

Aquí somos testigos de todo todo lo que Jesús y nuestras Madres han hecho por nosotros. En acción de gracias por toda toda esta bondad, comenzamos esta liturgia entonando con agrado y gozo espiritual el canto de entrada.

COMENTARIO A LA LITURGIA DE LA PALABRA

En la liturgia del Cuarto Domingo de Pascua ocupa un lugar destacado la figura del Buen Pastor. La primera lectura presenta la labor de pastoreo universal encomendada por el Resucitado y que llevaron a cabo el apóstol Pablo y los otros apóstoles. En esta labor, el modelo a seguir es Jesús, que en el texto del Evangelio se presenta como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.

En la segunda lectura, el que es llamado Cordero es al mismo tiempo el Pastor que apacienta al nuevo pueblo de Dios.

¡Escuchemos atentos!

ORACIÓN DE LOS FIELES:

 

  • Para que el Papa Francisco, los demás Obispos y todos los que tienen alguna misión pastoral sigan las huellas de Jesús, Buen Pastor, que está en medio de nosotros como el que sirve, pidamos al Señor.
  • Para que nuestros gobernantes aprendan de Jesús, Buen Pastor, a servir a su pueblo y no a servirse del pueblo, pidamos al Señor.
  • Por los más necesitados de nuestros pueblos, especialmente por los jóvenes que han caído en la delincuencia, los vicios y la corrupción, para que la voz del Buen Pastor suene en su interior y resplandezca esa luz que les saque de las tinieblas, pidamos al Señor.
  • Por todas y cada una de nuestras Madres, vivas y fallecidas, para que reciban nuestra honra y nuestra gratitud… como también las bendiciones de Dios, pidamos al Señor.

 

Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.

Canónigo de la Catedral y Párroco de San Luis Beltrán

Meditación12 de mayo-Domingo 4º de pascua

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 “Mis ovejas obedecen cuando yo las llamo; yo las conozco, y ellas me siguen”

( Juan 10, 27-30 )

El acto de fe es siempre una decisión absolutamente personal, cualquiera que sea la edad y la trayectoria de quien lo hace. Una decisión en la que nada ni nadie puede suplantarme. No se cree en Jesús, Hijo de Dios y Salvador, por tradición familiar o presión ambiental. En este sentido, la fe no se transmite ni se hereda. Ha de nacer de la libertad de cada persona como una de las decisiones más importantes de su vida.

El acto de creer no es, sin embargo, resultado de una investigación científica. La ciencia no puede responder a las cuestiones últimas de la existencia. Se queda muda, pues no es su competencia. Sólo sabe investigar el funcionamiento del mundo. Una cosa es la actitud abierta y confiada ante el Misterio último de la existencia que llamamos Dios, y otra la acumulación de conocimientos que una sociedad ha logrado en un determinado momento de su historia.

En la fe cristiana es decisivo el encuentro personal con Jesús. El punto de partida y los itinerarios de cada persona pueden ser diferentes, pero Jesús es el único “camino” que lleva hacia Dios. Por ello, es decisivo conocer a Jesús. Él es el “Buen Pastor”, y quienes nos dejamos guiar por Él y lo “conocemos”.

No se trata de un conocimiento teórico. En el lenguaje bíblico, “conocer” es experimentar, entrar en comunión íntima. No se conoce desde la distancia, sino por medio de una relación vital. Conocer a Jesús es amarlo, adherirnos a Él como a alguien único que da otro tono y vitalidad a nuestro diario vivir.

Son bastantes los católicos cuya fe se mueve en una atmósfera abstracta de convicciones, creencias y ritos. No “conocen” vitalmente a Jesús, el Cristo. En su cristianismo falta precisamente Cristo, el único que podría reavivar su fe, eliminar sus prejuicios y resistencias, enseñarles a creer de manera diferente. Para ser cristiano, lo primero es encontrarse personalmente con Cristo Jesús, “escuchar su voz” y seguirle.

 

 

Sergio Pulido Gutiérrez, Mons.

Canónigo Catedral - Párroco en San Luis Beltrán

Comentario a las lecturas del domingo

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En el itinerario de la experiencia pascual, la Iglesia nos propone la celebración del Buen Pastor. Con tal fin, acude al pasaje de san Juan (10, 27-30) que forma parte de la respuesta dada por Jesús a los judíos, cuando éstos lo confrontaron para que les dijera si él era o no el Mesías. Dicho relato anticipa el acontecimiento pascual, donde el nuevo rebaño de Jesús se constituyó perfectamente tras su muerte y resurrección. A partir de la Pascua se instauraron nuevas relaciones de mutuo conocimiento y comunión entre el Pastor y sus ovejas. Los que han creído pertenecen a Jesús y son herederos de la vida que él obtuvo para los suyos en la cruz. El Resucitado es el Buen Pastor que va delante de ellos y los guía; ellos se muestran dóciles a su voz y le siguen.

Somos de Dios Padre, y Él y Jesús, son uno. Esta hermosa verdad bíblica debe movernos a asumir en la vida el pastoreo del Señor, a través de actitudes como: 1. Ser fieles a la gracia que hemos recibido de Dios; 2. Escuchar la Palabra de Dios, predicarla y ponerla por obra, así muchos sientan envidia o nos insulten; 3. Asumir las consecuencias de creer en el Señor (rechazo, burla, persecución, dolor), lavar y blanquear nuestras vestiduras en la sangre del Cordero; 4. Vivir y practicar la misericordia, de modo que sea evidente nuestra condición cristiana por la alegría y la acción del Espíritu Santo (ver Hechos 13,14 ss.).

Para reflexionar: ¿se nos nota que seguimos al Buen Pastor y que como Él confirmamos en la fe a nuestros hermanos? Recordemos la visión de Juan: «(…) porque el Cordero que está en el trono los apacentará y los guiará a fuentes de agua viva. Y Dios secará las lágrimas de sus ojos.» (ver Apocalipsis 7, 9 ss.), y oremos unos por otros y por los sacerdotes que han sido llamados a apacentar el rebaño del Señor, para que todos permanezcamos fieles a la misión y al Espíritu que se nos ha dado. Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

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Juan 14, 23- 29 para niños

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