Amanecer alegre y feliz en esta semana que iniciamos no con nuestras labores cotidianas, sino en descanso reparador. Te damos gracias por el don de la vida y la salud. Permítenos expresar sentimientos que nos lleven a cumplir tu voluntad. Estamos deseosos de seguirte a donde quieras llevarnos, pero nos da miedo renunciar a nuestros pequeños o grandes apegos a cosas o a personas. Danos tu mentalidad, para saber que toda renuncia tiene su recompensa. Danos tu fortaleza para seguirte hasta el fin, sin mirar atrás. Sácianos con tu amor y tu misericordia y sacia nuestra hambre espiritual, hambre de alimento perenne. Que ésta sea hambre de ti, hambre que no se pueda acallar. Danos el valor de sacrificar todo por Ti.
El joven del evangelio te preguntó: “¿Qué me falta?”. Y hoy nos preguntamos: ¿Qué hay en nosotros a lo que no hemos renunciado todavía? Quizá a nuestras comodidades, nuestra soberbia, nuestra falta de generosidad, tantas cosas que podemos pensar, pero que gracias a tu bondad las podemos abandonar y poder seguir tu camino como le dijiste al joven. Sin ataduras e incomodidades. Gracias por este nuevo día de descanso. Hoy podemos tener el ejemplo y testimonio de san Juan Eudes, que renunció a sus comodidades y te siguió incondicionalmente, amando de corazón y confiando al igual que lo debemos hacer nosotros, en la intercesión de Nuestra Madre Santísima. Amén.
Un muy feliz lunes, descansado y vivido en unidad; mañana será un nuevo amanecer e inicio de semana laboral de optimismo y esperanza.
Oración introductoria
Señor, me acercó a Ti como el ese joven que se creía muy bueno. Quiero confirmar qué he de hacer para ganar la vida eterna, qué tengo que cambiar, qué tengo que hacer… Dame la gracia de saber escucharte y tener el valor de ser desprendido de los bienes materiales, pero, sobre todo, de mí mismo, para poder entregarme a tu amor y vivir la caridad.
Meditación del Papa Francisco
El joven se queda triste cuando Jesús le pide que venda sus riquezas. De golpe, la alegría y la esperanza en ese joven rico desaparecen, porque no quiere renunciar a su riqueza. El apego a las riquezas está en el inicio de todo tipo de corrupción, por todas partes: corrupción personal, corrupción en los negocios, también en la pequeña corrupción comercial, de esa que quita 50 gramos al peso exacto, corrupción política, corrupción de la educación…Y ¿por qué? Porque los que viven apegados a los propios poderes, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejar todo.
Hay un misterio en la posesión de las riquezas. Las riquezas tienen la capacidad de seducir, de llevarnos a una seducción y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre. Sin embargo, ese paraíso terrestre es un lugar sin horizonte, vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos entristece y nos hace estériles. Utilizo el término “apego” y no “administrar bien las riquezas”, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Y si el Señor se lo da a una persona es para que esa persona lo haga para el bien de todos, no para sí mismo, no para que lo cierre en su corazón, que después con esto se hace corrupto y triste. (Cf. Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2015, en Santa Marta).