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23-dic.-2024, lunes de la 4.ª semana de Adviento

Los discípulos misioneros, ejemplo de paciencia por aquel que es su esperanza

Que el Señor nos enseñe sus caminos, que nos dejemos instruir en el corazón para ser mensajeros de esperanza.

Ansiosamente iniciamos esta semana, dándote gracias por un nuevo amanecer; un amanecer que lo recibimos con esperanza. Mañana llegará nuestro Huésped principal y nuestro corazón se regocija por la felicidad que nos traerá su presencia en medio de nosotros.

Qué bueno hacer eco de las palabras del papa Francisco al convocar al Año Jubilar: «Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para toda ocasión de reavivar la esperanza».

Que el Señor nos enseñe sus caminos, que nos dejemos instruir en el corazón para ser mensajeros de esperanza. nuestra travesía va llegando al final del camino. Hemos recorrido ocho días en los cuales hemos descubierto que la mejor manera de ser felices es amando a nuestros hermanos y sirviéndolos de corazón; que la verdadera felicidad y riqueza la encontramos en Aquel que vendrá a llenarlos de alegría. Mañana cantaremos: ¡gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que ama el señor! Amén. 

Un muy feliz y esperanzador inicio de semana, que nuestro corazón esté lleno de alegría.

 

“Oh, Señor, que en la tierra naces, 
danos la luz que indique el sendero 
para con paciencia, llegar a tu puerta 
y esperar confiados tu dulce regreso. 
Permite que entremos, que el umbral pasemos, 
para emprender la senda de la vida eterna, 
aquella que has hecho posible en la tierra 
con tu Encarnación y tu Pascua regia”.

 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Todo el evento del nacimiento de Juan Bautista está rodeado por un alegre sentido de asombro, de sorpresa, de gratitud. Asombro, sorpresa, gratitud. La gente fue invadida por un santo temor a Dios «y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas» (v. 65). Hermanos y hermanas, el pueblo fiel intuye que ha sucedido algo grande, incluso si humilde y escondido y se pregunta «¿Qué será este niño?» (v. 66). El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. (…) Y viendo esto preguntémonos: ¿cómo es mi fe? ¿Es una fe alegre o una fe siempre igual, una fe «plana»? ¿Tengo un sentido de asombro cuando veo las obras del Señor, cuando escucho hablar de cosas de la evangelización o de la vida de un santo, o cuando veo a tanta gente buena: ¿siento la gracia dentro, o nada se mueve en mi corazón? ¿Sé sentir las consolaciones del espíritu o estoy cerrado a ello? (…) ¿he «probado» en el alma aquel sentido de estupor que hace la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría, sentido de asombro, sentido de sorpresa y gratitud. (Ángelus, 24 de junio de 2018)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.